El fabricante entrará en uno de los terrenos con mayor potencial de crecimiento y de competencia de la automoción.

La única pieza que le faltaba a Bosch para completar su conjunto de sensores para la conducción autónoma era el lidar, un elemento de precisión que, a través de láseres, es capaz de mapear el entorno de un vehículo y resulta imprescindible para las aplicaciones de Nivel 4 y 5.

El gigante alemán de componentes —que facturó 78.465 millones en 2018— ya produce en la actualidad los otros dispositivos necesarios: cámaras y radares. De hecho, superó el ejercicio pasado los 10 millones de unidades de estos últimos y, según su director en España de Ventas de Mobility Solutions, Ricardo Olalla, “es necesario que con las economías de escala se reduzca el precio de un lidar como ocurrió con el radar. Hoy, una unidad cuesta 10.000 euros, lo mismo que un coche compacto”.

De momento se desconoce el lugar de producción ni la fecha de disponibilidad comercial, pero se está produciendo una carrera para diseñar un modelo asequible, con competidores como Velodyne, DJI, Luminar o Mobileye entrando al ruedo.

El elevado coste de este sensor se debe, principalmente, a la multitud de piezas móviles que alberga en su interior y a su fragilidad, que dificulta su conjugación con la automoción. Sin embargo, Bosch confía en su know-how, pues lo desarrollará con esta aplicación en mente, “en vez de adaptarlo de otros usos, como defensa”, afirmó Olalla.

El anuncio de entrar en la producción se hizo en un encuentro con periodistas en el que el fabricante desveló otras soluciones que presentó en la feria de electrónica CES, que está teniendo lugar en Las Vegas (EEUU). Las relacionadas con automoción eran un parasol traslúcido que se oscurecía para proteger únicamente los ojos del conductor ante el brillo de un sol bajo en el horizonte; y un sistema de cámaras internas que abría posibilidades de seguridad para los vehículos.

Parasol Virtual de Bosch.

Según Javier González Pareja, presidente de Bosch España y Portugal, las cámaras podrían usarse para determinar qué airbags activar en caso de accidente, para evitar el vandalismo en el carsharing o para vigilar la atención del conductor basándose en sus movimientos de ojos y postura, incluso para alertarle, en caso de usar funciones autónomas, de recuperar el control manual del vehículo.

En cuanto a las aplicaciones comerciales de la conducción robotizada, estiman que estarán disponibles, aunque de forma muy limitada, para finales de este año. Dos ejemplos en los que ya están funcionando vehículos únicamente con un supervisor son la colaboración con Daimler en San José (EEUU) en un servicio de robotaxis; y el estacionamiento automático en el Museo Mercedes-Benz de Stuttgart.

Al ser preguntado por la propiedad de los datos generados por sus sensores, Olalla respondió que dependía del acuerdo al que habían llegado con sus clientes, pues “los fabricantes quieren tener acceso a la información en sus servidores” y en algunos casos la limitaban para ellos, pero, en otros, se permitía su lectura también a Bosch, especialmente para el desarrollo tecnológico.

Finalmente, haciendo referencia a los objetivos de Bosch de conseguir que sus casi 400 fábricas alrededor del mundo fueran neutras en carbono para finales de 2020, el directivo español afirmó que lo conseguirían, comprando energía verde, aumentando la eficiencia de sus plantas e, incluso, produciéndola de forma local, con placas fotovoltaicas.

Sin embargo, el problema al que se enfrentan en España es el del uso del gas natural para su calefacción, y para contrarrestar sus emisiones, el fabricante tendrá que comprar certificados de CO2 para llegar a sus metas.

Fuente: latribunadeautomocion