A Bill Gates no se le da mal del todo lanzar vaticinios. Más allá de su olfato empresarial al frente de Microsoft, al magnate de Seattle se le atribuyen unas cuantas predicciones cumplidas, como el éxito del smartphone y las plataformas sociales, los comparadores de precios o incluso el advenimiento de una pandemia para la que —advertía— «no estamos preparados», mensaje este último que lanzó en 2015, cuando SARS-CoV-2 sonaba aún a jerga de laboratorio. De ahí que resulte interesante escuchar sus reflexiones. Y una de las últimas centra el foco en uno de los grandes retos de la industria tecnológica: los coches autónomos.
Su conclusión: nos acercamos a un punto de inflexión.
Recorriendo las calles de Londres. Como no es lo mismo verlo que vivirlo, Bill Gates se ha lanzado a reflexionar sobre los automóviles autónomos después de probar uno: el magnate se montó en un modelo de la compañía británica Wayve durante una demostración por las calles del centro de Londres, «uno de los entornos de conducción más desafiantes imaginables», resalta.
Al estar todavía en fase de desarrollo, la prueba con el coche se hizo con una conductora de apoyo que debió tomar el control en varias ocasiones, lo que no quita que la experiencia sorprendiese al cofundador de Microsoft. «Era un poco surrealista estar en el vehículo mientras esquivaba todo el tráfico», recogió el cofundador de Microsoft en su blog personal, Gates Notes.
A las puertas del gran salto. Esa es la conclusión principal de Gates. Tras su experiencia y hacer balance del desarrollo de la tecnología, el empresario lanza una frase rotunda: «Hemos hecho un gran progreso en los vehículos autónomos (AV) a lo largo de los últimos años y creo que alcanzaremos un punto de inflexión en la próxima década». Una vez se consiga ese giro —vaticina— los modelos «cambiarán el transporte de forma tan drástica como el PC cambió el trabajo de oficina».
Con las tablas de clasificación en la mano. Para su análisis, Bill Gates se basa en la clasificación de la Sociedad de Ingenieros Estadounidenses (SAE) para los vehículos autónomos, que reconoce básicamente seis grandes niveles: desde el «0», en el que todas las acciones son realizadas por el piloto humano, al «5», que permite al vehículo desplazarse prescindiendo de volante, pedales o mandos.
«Ahora mismo estamos cerca del punto de inflexión, entre los niveles 2 y 3, en el que empiezan a estar disponibles vehículos que permiten al conductor soltar las manos del volante y dejar que el sistema conduzca en ciertas circunstancias», zanja Gates, quien recuerda que el vehículo de nivel 3 se ha probado ya en EEUU, si bien bajo «condiciones muy concretas». «El modo autónomo está permitido si se circula a menos de 40 mph [64 km/h] por una autopista de Nevada en un día soleado».
Objetivo: refinar y perfeccionar. Gates no solo ve a la industria de la automoción aproximarse al «punto de inflexión», lo que —concluye— permitirá que a lo largo de la próxima década haya más vehículos que crucen ese «umbral». En su opinión el propio desarrollo tecnológico afronta también un momento importante: «Los AV están llegando rápidamente al punto en el que se ha inventado casi toda la tecnología necesaria». De ahí que ahora la atención se centre para Gates en otros desafíos que van más allá: «Refinar los algoritmos y perfeccionar la ingeniería».
¿Cómo será la transición? Gates lo tiene claro. Los coches de pasajeros, los turismos, serán uno de los últimos vehículos en adoptar de forma generalizada la conducción autónoma. Antes apunta a otros usos profesionales: «El transporte de larga distancia será probablemente el primer sector, seguido del reparto».
¿La razón? El deseo de ajustar costes. A modo de ejemplo, el magnate cita las empresas de alquiler de coches. «Pierden mucho dinero cada año por accidentes causados por los conductores, por lo que están ansiosas por cambiar a una flota autónoma que, al menos en teoría, sea menos propensa a los accidentes». Lo cierto es que empresas como Amazon (Zoox) o Google han avanzado ya en el desarrollo de la tecnología y en China o EEUU lo hacen ya con taxis autónomos.
Más allá de los coches y talleres. El cambio no afectará solo a los grandes fabricantes. La generalización del coche autónomo exigirá otros cambios añadidos, un «replanteamiento» de los sistemas que usamos para facilitarnos la conducción. Y eso, recuerda Gates, pasa por aclarar el marco legal para los seguros, desarrollar nuevas normativas o incluso tal vez cambios en las propias carreteras.
Fuente: Xataka